Antes de entrar en materia sobre el tema que compartiré, quiero felicitar de corazón, a @iriswrite y a @maylink por su valentía y empeño, al crear este espacio que desde ya, con las primeras ojeadas (ojeando con mis ojos je, je,je) puedo ver que es un lugar cómodo, fresco, amigable y donde muy, pero muy seguramente se compartirán grandes experiencias. Felicitaciones para ambas y muchas gracias por crear un espacio como este.
Espacio vital:
@iriswrite, invita a compartir cuál es ese espacio que nos hace vibrar alto. Yo lo veo así como un lugar que nos recarga, que nos purifica y nos prepara para seguir avanzando. Me encantó ver sus fotografías en medio de la naturaleza y leer cómo nos cuenta lo feliz y plena que se siente rodeada de toda esa belleza natural.
De inmediato vinieron a mi mente las imágenes de ese espacio en el que yo me siento plenamente dichosa y en mayor conexión con la tierra, el planeta y sobre todo con Dios.
Se trata del mar, de la playa, de ese lugar donde la arena, el agua, la brisa y el cielo danzan junto a mí para equilibrar cada célula de mi cuerpo.
Vivo en el llano venezolano desde mis primeros años y aunque no nací en estas tierras, yo me autoadopté y me autonombré llanera de corazón. Amo las sabanas extensas, salpicadas de puntitos blancos y rojos gracias a las garzas y a las Corocoras. Los ríos, con su majestuosidad, me deleitan y me relajan de forma inmediata. El olor del pasto e incluso de lo que va dejando el ganado se mezcla y me hace sentir en casa. Sin embargo, aun amando estas tierras con tanto ahínco, es en el mar donde siento que mi alma se limpia, mis fuerzas se recargan y mi espíritu celebra experimentar la vida.


Desde muy pequeñita disfruté las visitas a la playa. Pero fue cuando tenía alrededor de 20 años que pude reconocer el poder que ejerce el mar y sus alrededores sobre mí. Estando de paseo, justo cuando faltaba un día para regresar, me encontraba sentada frente al mar sintiendo como las olas chocaban una y otra vez con mi cuerpo y la brisa me refrescaba a la vez que el sonido me envolvía y pensé; "Me siento bien, quiero volver" reconocí que había llegado cansada y hasta con ansiedad, pero en ese momento cuando ya tocaba regresar, me encontraba limpia y renovada. Reconocer esa sensación cambió mi forma de ver y de disfrutar mis estadías en la playa.

Mi hogar y lugar favorito es donde esté la gente que amo y disfrutar del mar junto a mi familia (mamá, hermanos, papá, sobrinos, cuñada) es lo mejor que puedo pedir. No me imagino disfrutando de la playa sin mis hijos y mi esposo a un lado, así que ese escenario representa, para mí, mi lugar vital.

He visitado diferentes zonas costeras de mi país y todas son muy hermosas, pero la que más me atrae es la zona costera del estado Falcón, específicamente el Parque Nacional Morrocoy. Recuerdo la primera vez que conocí sus playas, quedé totalmente fascinada. Tenía alrededor de 16 años y aquellos pueblos costeros estaban apenas conformados por pocas calles sin asfaltar y no había ni siquiera una estación de policía. Hoy en día es un lugar muy concurrido y el turismo le ha hecho crecer bastante. Me alegra y me entristece en partes iguales, porque los avances en cuanto a infraestructura se notan bastante, sin embargo, el lugar perdió aquella esencia de lugar virgen o poco visitado por personas.
Aun así, es uno de mis lugares favoritos para renovar mis fuerzas y establecer mi equilibrio.

Hundir los pies en la arena es una de mis sensaciones favoritas, es hasta exfoliante, dejar que la arena se pegue a la piel y luego dejar que el agua salada te limpie.
Le tengo mucho respeto al mar, porque obviamente merece respeto, pero además de eso, su inmensidad me da la sensación de que te deja mensajes. Así actúa la pacha mama, solo hay que estar atentos.



