Recuerda:
En un hermoso árbol de un increíble bosque, nació el único hijo de una pareja trabajadora y súper feliz: un canarito precioso. También, en paralelo, en aldeas más abajo, nacía un niño de una pareja luchadora que se debatía contra la pobreza y vivía cansada de trajinar no menos de 16 horas por día para llevar el sustento a su ranchito arrendado.
Sin embargo, estaban igualmente felices por la bendición que su hijo naciera sano y crecía fuerte, rodeado por el calor que le proporcionaba su intenso amor.
Cuando tuvo el tiempo suficiente, el pajarillo fue acompañado por sus padres al árbol mayor para que así pudiera aprender, en manos de los adultos, su idioma: el dulce trinar de las aves. Empezando por los de su estirpe y luego, poco a poco, a comunicarse con las más diversas aves de aquel encantador ecosistema, sin perder su propia forma de decir, en el deseo. El árbol, rama por rama, estaba poblado de cientos de pajarillos intentando aprender el fino arte de trinar cada vez más bonito.
El niño también creció y tuvo que empezar su escuela, un rotundo cambio. Conocer gente extraña, sin que su madre y padre estuvieran cerca para complacerlo en cada cosa que se le ocurriera con una desbordante dulzura, la realidad no lo favorecía fuera de su casa.
Se volvió alguien retraído, pues cada vez que intentaba ser dulce como había aprendido de sus progenitores, se le burlaban y lo volvieron algo violento en algunas ocasiones. En el bosque, todo era risas y: "No me sale, no puedo", decía el hermoso canario.
Pero sus padres, entre sonrisas por los raros sonidos guturales que le afloraban sin querer al intentar colocar la voz en alguna nota, le decían: "Casi te sale, más sumado a kilos de besos y abrazos". Todo volvía a la normalidad y avanzaba de forma natural.
Por otra parte, el joven, por error o casualidad del destino, ya habiendo abandonado la escuela secundaria, se vio en un karaoke y con un par de tragos de más subió al pequeño escenario y cantó una cumbia villera que era lo que se escuchaba en las calles del barrio donde había nacido y vivía actualmente.
Cerró sus ojos y la melodía lo penetró, expresó todo su sentir en esos versos, solo se dejó llevar. Cuando los abrió y pudo conectar con la realidad nuevamente, había gente desconocida aplaudiéndole de pie e invitándole a tomar un trago con ellos.
Sus compañeros ocasionales de aquella noche, en especial los que esperaban burlarse de él, lo aplaudieron también y gritaron: "Así se hace, campeón", "puro talento". Y por un instante, sintió que tocó el cielo con sus manos, la adrenalina corría por sus venas y ya había descubierto su habilidad, su destreza.
¿Y ahora qué? Tomó la decisión de conseguir un parlante, por lo cual trabajó hasta poderlo comprar, y consiguió que un amigo le grabara las pistas musicales, las cuales le pagó una por una. Con eso se lanzó a cantar en las plazas, los trenes a la gorra y de vez en cuando algún que otro bar o restaurante por la comida y unos pesos.
Se sentía libre y satisfecho, inmensamente feliz de ir cantando. El joven tenía un ídolo y un buen día logró ir a verlo con una platita que tenía ahorrada. Y por arte de magia, se realizó un sorteo exprés entre los primeros 50 que llegaron a las puertas del estadio para, después del concierto, tener una entrevista privada con el cantante.
Y el joven ganó, que se le va hacer a veces la moneda cae de nuestro lado. Obvio que durante el recital pudo apreciar cómo su ídolo llegaba con su voz a notas increíbles, que a él, le parecían un sueño. Lo afinado que sonaba y lo bien que se podía ver que la pasaba en el escenario, simplemente mágico.
Y por fin llegó el momento. Alguien lo vino a buscar al asiento de privilegio que se había ganado y lo acompañó hasta ponerlo enfrente de su ídolo. Todo comenzó con un: "Me contó un pajarito que quieres ser cantante y me imagino que profesional."
Y a partir de ahí brilló la humildad y sinceridad de ambos. La charla fluyó como la de dos viejos amigos que se reencuentran. El joven, en su estado de estasis y sorprendido, le contó de su anhelo de ser cantante y de sus inicios, y lo maravillado que estaba por haberlo podido oír y ver cantar tan de cerca y lo grato que pudo percibir su voz, por lo cual el experimentado cantante le dijo: "Son horas y horas de práctica con mi maestro de vocalización y canto, amigo". Pero el joven respondió: Eso es aburridísimo. Mis padres me anotaron, fui con un gran esfuerzo a tres o cuatro clases y abandoné. ¿Qué pasa con el talento que traemos innato dentro nuestro?
"Perdón", le contestó el cantante, "no alcanza. ¿Qué podemos saber nosotros de escalas y tonos de ejercicios vocales, respiración, postura corporal, para que al final todo fluya natural y asombre al público que paga para venir a vernos?"
"Yo provengo de una familia adinerada y aunque crecí bajo una disciplina estricta, me costó mucho doblegar mi rebeldía para al fin entender que el talento solo, si no lo pulimos, no brillará lo suficiente. Hubiera sido un mediocre más. Sentí infinidades de veces que peleaba en una guerra injusta: yo, un niño rico, mientras los demás se divertían, debía practicar y ensayar horas tras horas".
"Y lo más probable es que me hubiera rendido y desistido al compararme con esos que sí habían pagado el precio y eran mis ídolos, en cambió hoy me dicen colega. Hay que pagar el precio, amigo. No trates de esquivarlo. Crecer, en algún punto, duele y todo aquello que creas que te estás ahorrando que solo tomaste un atajo será una inmensa traba en tu futuro no juegues ni especules con tu sueño porque tarde o temprano será tu hoy." "Tuve que trabajar muy duro y en muchos aspectos de mi formación".
"Pero, ¿sabes qué? Si algo de esto te gustaría para tu vida, toma esta es la tarjeta de mi profesor. Anda a verlo de parte mía y olvídate de los pagos. Es el mejor regalo que puedo hacerte. Y quizás más adelante también te pueda llamar colega. ¿Te parece?"
Sin mediar más palabras, se pusieron de pie y se estrecharon en un gran abrazo para dar por terminada la entrevista. En el frondoso y hermoso árbol del bosque, el canario canta y alegra a todos los animalitos del lugar día tras día simplemente enamorado de la vida. Y en algún lugar del mundo, un joven artista deslumbra con su talento vocal a la multitud que pagó su entrada para ir a ver y oír a su ídolo en vivo.