Recuerda:
Pasé por tres colegios secundarios en mi adolescencia, pero uno captó mi atención enseguida. Tenía 13 primer años y solo 5 quintos, era realmente un embudo, un colador de seres humanos, muy renombrado como la mejor escuela secundaria de comercio.
Fue inmediato, me hicieron un chiste y caí en la trampa de los dos ricachones, compañeros de mi división, y a preceptoria a buscar el parte de amonestaciones y expulsado de la escuela. A eso amigos míos se le llama, "debut y despedida".
"Arriba", el preceptor, me dijo que necesitaba que mi padre se hiciera presente al día siguiente a firmar el parte que contenía el máximo de amonestaciones. En ese momento vi parado ante mí a Adolf Hitler. Contesté "Sí, señor y agregué, disculpe" y me retiré echado del establecimiento.
Una vez que logré salir, mis piernas se doblaron y solo, en una esquina, comencé a llorar.
Ahora, si iba y se lo contaba a mi padre, que sufría del corazón, lo más probable es que lo matara, y si no pasaba eso por un milagro, él me mataría a mí.
Dios mío, ¿qué hago? Y se me ocurrió una idea: mi tío, el hermano de mi padre, vivía cerca y él podría echarme una mano. Luego de contarle todo, él me dijo: "Olvídate, anda normal mañana a la entrada del colegio y yo estaré ahí. Despreocúpate, que todo va a salir bien."
Y así fue. No sé qué se dijo puertas adentro, pero volví al aula y asunto arreglado. "A" eso sí, me dijo mi tío: "Esta pasó, pero la próxima no te salva ni Cristo." Me dio un abrazo, un beso en la frente y se marchó.
Tenía muchos problemas de aprendizaje: era lento, no prestaba atención, me volaba no sé a dónde. Podía pasarme un buen rato mirando un punto fijo y no escuchar ni ver lo que pasaba a mi alrededor. Me abstraía y eso hacía peor mi entendimiento de las materias.
Y aunque en verdad lo intenté, repetí el año. Mi padre dijo: "Bueno, acá vagos no", así que "mi hijito, a trabajar", y "si quieres seguir estudiando, vas por tu cuenta, vos te financias la escuela, yo hasta acá llegué".
No puedo culpar a esos dos muchachos de mi falta de estudio. Hoy, parado en el ocaso de mi vida, sé que algo estaba mal en mi interior. Y como a los aparatos antiguos, se les daba un par de golpes y arrancaban, así se nos trataba, en esas épocas y antes, parece que era peor.
O sea, estábamos viviendo una versión mejorada. Hasta el día de hoy considero haber tenido una buena vida, y eso me hace feliz. Y por el hecho de que me conozco imperfecto, no abro juicio de valores sobre nadie, o por lo menos lo intento seriamente.
Hoy puedo apreciar desde mi madurez que el tiempo, en definitiva, cura este tipo de heridas. Y "quién esté libre de pecado que arrojé la primera piedra" todos emos estado en ambos lados del mostrador, o sea emos recibido y emos dado si no a sido física, mentalmente, de alguien alguna ves nos burlamos. Y aunque a veces nos toque pasar por tormentas con vientos huracanados, debemos ser flexibles y si nos doblan las circunstancias, debemos enderezarnos y seguir, porque si respiramos, es señal de que estamos vivos...
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