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Vivimos una extraña contradicción. Hemos construido un planeta interconectado por una red invisible que nos permite hablar con alguien en la otra punta del globo al instante. Sin embargo, en el mundo tangible, levantamos muros. Esa globalización de la que tanto hablamos parece haberse quedado atrapada en las pantallas, mientras las puertas de casa se cierran con más fuerza.
Bing IA
Este aislamiento progresivo, disfrazado de autosuficiencia nacionalista, es como una lenta asfixia para el espíritu humano. Al cerrar fronteras y cancelar acuerdos, no solo bloqueamos mercancías, sino también ideas, experiencias y, sobre todo, empatía. El “otro” deja de ser un vecino con sus propias luchas y sueños para convertirse en una amenaza abstracta, un titular en las noticias.
Nos estamos retirando a nuestras tribus, tanto digitales como geográficas, donde solo escuchamos el eco de nuestras propias creencias. El peligro no es solo económico, la expectativa es existencial. La cooperación, esa habilidad que nos permitió evolucionar y poblar la Tierra, se debilita.
Si seguimos por este camino, corremos el riesgo de convertirnos en un archipiélago de soledades: islas ultraconectadas por dentro, pero separadas por un océano de desconfianza. Y quizás, cuando más necesitemos construir un puente, habremos olvidado cómo hacerlo.
Vivimos una extraña contradicción. Hemos construido un planeta interconectado por una red invisible que nos permite hablar con alguien en la otra punta del globo al instante. Sin embargo, en el mundo tangible, levantamos muros. Esa globalización de la que tanto hablamos parece haberse quedado atrapada en las pantallas, mientras las puertas de casa se cierran con más fuerza.
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Este aislamiento progresivo, disfrazado de autosuficiencia nacionalista, es como una lenta asfixia para el espíritu humano. Al cerrar fronteras y cancelar acuerdos, no solo bloqueamos mercancías, sino también ideas, experiencias y, sobre todo, empatía. El “otro” deja de ser un vecino con sus propias luchas y sueños para convertirse en una amenaza abstracta, un titular en las noticias.
Nos estamos retirando a nuestras tribus, tanto digitales como geográficas, donde solo escuchamos el eco de nuestras propias creencias. El peligro no es solo económico, la expectativa es existencial. La cooperación, esa habilidad que nos permitió evolucionar y poblar la Tierra, se debilita.
Si seguimos por este camino, corremos el riesgo de convertirnos en un archipiélago de soledades: islas ultraconectadas por dentro, pero separadas por un océano de desconfianza. Y quizás, cuando más necesitemos construir un puente, habremos olvidado cómo hacerlo.
Ven y participa, aún estás a tiempo. Toda la información la podrás encontrar cada día en la Comunidad #Freewritehouse. Específicamente, el día de hoy, aquí la publicación del prompt:
«expectativa»
Portada de la iniciativa.
Dedicado a todos aquellos que, día a día, con su arte, hacen del mundo un lugar mejor.
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We live in a strange contradiction. We have built a planet interconnected by an invisible network that allows us to talk to someone on the other side of the globe instantly. Yet, in the tangible world, we build walls. That globalisation we talk so much about seems to have become trapped on screens, while the doors at home are closing ever more tightly.
Bing AI
This creeping isolation, disguised as nationalistic self-sufficiency, is like a slow suffocation of the human spirit. By closing borders and cancelling agreements, we block not only goods, but also ideas, experiences and, above all, empathy. The ‘other’ ceases to be a neighbour with his or her own struggles and dreams and becomes an abstract threat, a headline in the news.
We are retreating into our tribes, both digital and geographical, where we hear only the echo of our own beliefs. The danger is not just economic, the expectation is existential. Cooperation, that ability that allowed us to evolve and populate the earth, is weakening.
If we continue on this path, we risk becoming an archipelago of solitudes: islands ultra-connected on the inside, but separated by an ocean of mistrust. And perhaps, when we most need to build a bridge, we will have forgotten how to do so.
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We live in a strange contradiction. We have built a planet interconnected by an invisible network that allows us to talk to someone on the other side of the globe instantly. Yet, in the tangible world, we build walls. That globalisation we talk so much about seems to have become trapped on screens, while the doors at home are closing ever more tightly.
Bing AI
This creeping isolation, disguised as nationalistic self-sufficiency, is like a slow suffocation of the human spirit. By closing borders and cancelling agreements, we block not only goods, but also ideas, experiences and, above all, empathy. The ‘other’ ceases to be a neighbour with his or her own struggles and dreams and becomes an abstract threat, a headline in the news.
We are retreating into our tribes, both digital and geographical, where we hear only the echo of our own beliefs. The danger is not just economic, the expectation is existential. Cooperation, that ability that allowed us to evolve and populate the earth, is weakening.
If we continue on this path, we risk becoming an archipelago of solitudes: islands ultra-connected on the inside, but separated by an ocean of mistrust. And perhaps, when we most need to build a bridge, we will have forgotten how to do so.
Come and participate, there's still time. You can find all the information daily in the #Freewritehouse Community. Specifically, today's prompt post:
«expectation»
Cover of the initiative.
Dedicated to all those writers who contribute, day by day, to making our planet a better world.
