Imagen de mi autoría generada con ChatGPTEn el patio de atrás vivían varios gatos.
Pero no vivían en paz y tranquilidad desde que Don Gordo apareció, un gato enorme con cara de pocos amigos y maullido como un trueno.
Apenas Don Gordo llegó se trepó a la mesa del patio y declaró sin votación ni consulta: Este lugar es mío y la comida también.
Y, de verdad, que se lo tomó en serio, nadie más podía subirse a la mesa, ni acercarse al plato de atún que la señora Lila dejaba todas las tardes, si alguno lo intentaba, gruñía como un perro rabioso y lanzaba unos zarpazos al aire.
Los demás gatos, el Flaco, la Chispa, el Bigotes y la tímida Canela, se resignaron a comer migajas y dormir debajo de la mesa, como si fueran los sirvientes del nuevo rey.
Hasta que un día llegó Rita, una gata flaquita, con carita de traviesa y mirada brillante, observó todo desde el muro y luego dijo en voz alta:
¿Y este quién se cree? ¿El emperador del atún?
Shhh, baja la voz, le dijo Bigotes, es mejor no meterse con Don Gordo.
¿Y por qué no? respondió ella… ¡Opónganse al rey!
Los gatos se miraron entre ellos, nadie se había atrevido a decirlo, pero lo pensaban desde hacia rato.
Rita organizó todo, mientras Chispa lo distraía con una pelota de estambre, Flaco empujó el banco, Canela saltó con agilidad y, en equipo, subieron todos a la mesa. Cuando Don Gordo quiso gruñir, se encontró rodeado por cinco pares de ojos felinos decididos.
No hubo pelea, solo una pausa, un bufido resignado… y luego Don Gordo bajó del trono voluntariamente, o quizá entendió que el patio no era reino de uno solo.
Desde entonces, la mesa del patio es de todos, el sol se reparte, el atún también, y aunque Don Gordo sigue siendo un poco gruñón, ahora comparte.
Y es que a veces, no se trata de ser fuerte, sino de tener valor para decir basta, y cuando todos se organizan, hasta el rey tiene que escuchar.
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Invito a: @alicia2022 @osomar357 @ungrancuento
🇬🇧 English Version
Image of my own generated with ChatGPTSeveral cats lived in the backyard. But they hadn't lived in peace and quiet since Don Gordo appeared, a huge cat with a sour face and a meow like thunder. As soon as Don Gordo arrived, he climbed onto the patio table and declared without a vote or consultation: This place is mine, and so is the food. And, truly, he took it seriously. No one else could get on the table or even go near the plate of tuna that Mrs. Lila left out every afternoon. If anyone tried, he would growl like a rabid dog and lash out in the air. The other cats, Skinny, Sparky, Whiskers, and the shy Cinnamon, resigned themselves to eating crumbs and sleeping under the table, as if they were the new king's servants. Until one day, Rita, a skinny cat with a mischievous face and bright eyes, arrived. She watched everything from the wall and then said loudly: Who does he think he is? The emperor of tuna? Shhh, keep your voice down, Whiskers told her. It's best not to mess with Mr. Fat. Why not? she replied... Oppose the king! The cats looked at each other; no one had dared to say it, but they'd been thinking about it for a while. Rita organized everything, while Chispa distracted him with a ball of yarn, Flaco pushed the bench, Canela jumped nimbly, and as a team, they all climbed onto the table. When Don Gordo tried to growl, he found himself surrounded by five pairs of determined feline eyes. There was no argument, just a pause, a resigned snort... and then Don Gordo stepped down from the throne voluntarily, or perhaps he understood that the patio wasn't a kingdom for just one person. Since then, the patio table belongs to everyone. The sun is shared, the tuna too, and although Don Gordo is still a bit grumpy, now he shares. And sometimes, it's not about being strong, but about having the courage to say enough, and when everyone gets organized, even the king has to listen. If you want to participate in this content I invite: @alicia2022 @osomar357 @ungrancuento
