Imagen de mi autoría generada con ChatGPTEl gato se llamaba Ramón.
Tenía todo lo que un gato podía desear, comida premium, cojines en cada rincón de la casa y una humana que lo adoraba como si fuera un príncipe egipcio reencarnado.
Pero desde hacía dos días, Ramón se sentía... raro, no se sentía mal, se sentía como... incómodo. Como si tuviera algo atorado, no en la garganta, sino en su alma felina.
Entonces empezó todo el drama.
Primero dejó de comer, bueno, no del todo, solo lamía la comida, como haciéndose el difícil. Después se tiró en el sillón como si fuera una víctima de novela, con las patas extendidas y un suspiro que, obviamente, solo él lo escuchó, luego vino el maullido triste, como de gato existencialista, que no tiene nada pero lo tiene todo, y aún así no le alcanza.
Su humana, Sonia, lo miraba preocupada “¿Qué tienes Ramón? ¿Estás enfermito?” Ramón no respondió, obvio, pero la miró con ojitos entrecerrados de mártir silencioso.
Al día siguiente se había convencido a sí mismo de que se iba a morir, tosió una sola vez y en su mente felina fue un claro síntoma de que su final estaba muy acercaba, así que se subió a la mesa del comedor y se acostó como quien dice: aquí moriré.
Sonia no aguantó más, lo metió en el bolsito, Ramón hizo un escándalo digno de película, y lo llevó al veterinario.
“¿Qué tiene?” preguntó ella.
“Nada, solo una bolita de pelo. ”
Ramón abrió los ojos como si le hubieran dicho una blasfemia, ¿Solo eso? ¿Toda su tragedia, toda su actuación... por una bolita de pelo?
De regreso a casa ni siquiera miró a Sonia y herido en su orgullo se refugió debajo de la cama.
La enfermedad no era real, o sí, pero muy leve, lo que pasaba es que Ramón tenía algo que nadie le había diagnosticado... un ego gigante y una necesidad enfermiza de atención.
Y bueno... no era grave, pero tampoco tenía cura.
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Invito a: @alicia2022 @osomar357 @ungrancuento
🇬🇧 English Version
Image of my own, generated with ChatGPTThe cat's name was Ramón. He had everything a cat could want: premium food, pillows in every corner of the house, and a human who adored him like he was a reincarnated Egyptian prince. But for the past two days, Ramón had been feeling... strange; he didn't feel bad, he felt... uncomfortable. As if he had something stuck, not in his throat, but in his feline soul. Then the whole drama began. First, he stopped eating—well, not entirely. He just licked his food, as if he were playing hard to get. Then he threw himself down on the couch like a victim in a soap opera, paws outstretched, letting out a sigh that, obviously, only he heard. Then came the sad meow, like an existentialist cat who has nothing but everything, and still can't get enough. His human, Sonia, looked at him worriedly. "What's wrong, Ramón? Are you sick?" Ramón obviously didn't respond, but looked at her with the half-closed eyes of a silent martyr. The next day, he had convinced himself he was going to die. He coughed just once, and in his feline mind, it was a clear sign that his end was near. So he climbed onto the dining room table and lay down, as if to say, "I'll die here." Sonia couldn't take it anymore. She put him in her bag. Ramón made a scene worthy of a movie, and took him to the vet. "What's wrong with him?" she asked. "Nothing, just a little ball of hair." Ramón's eyes widened as if he'd been told a blasphemy. "Is that all? All his tragedy, all his acting... because of a little ball of hair?" On the way home, he didn't even look at Sonia and, hurt by his pride, took refuge under the bed. The illness wasn't real, or maybe it was, but it was very mild. What happened was that Ramón had something no one had diagnosed... a gigantic ego and an unhealthy need for attention. Well... it wasn't serious, but it also had no cure. If you want to participate in this content I invite: @alicia2022 @osomar357 @ungrancuento